Este número de Palabras Pendientes trata de dibujar una radiografía de una parte de la lucha de clases en México que se libra alrededor de derechos consagrados en la Constitución mexicana. La Constitución no sólo refleja una correlación de fuerzas determinada (aunque lo hace) sino que lo hace de un modo contradictorio, diríamos dialéctico. La Constitución es un hecho jurídico que expresa dos cosas: a) la dominación de clase, la dominación de la burguesía y b) la correlación de fuerzas entre las clases sociales en pugna, no sólo expresa dominación de una clase sobre otra, sino también las resistencias de los dominados, hasta donde estas pueden alcanzar expresión jurídica en los marcos de la dominación (expresa dicha dominación bajo una forma concreta, determinada, particular, contradictoria).
Si sólo dijéramos que la Constitución expresa “la correlación de fuerzas entre las clases” estaríamos olvidando un hecho fundamental, la Constitución como instrumento de dominación. De tal forma la Constitución expresa una relación (la correlación de fuerzas entre las clases) y un hecho (la dominación de una clase sobre otra). En tanto expresión de una relación permite la inclusión de leyes a favor de los dominados; en tanto expresión del hecho de la dominación, acota los intereses de los dominados dentro de los marcos de la dominación misma.
La Constitución de 1917 es un acto jurídico en el que están involucradas las fuerzas participantes en la gesta histórica, y si bien la historiografía oficial se ha empeñado en señalar que en el momento de su redacción ya las armas se habían guardado y nos dice que la redacción y promulgación fue un hecho “civil” no “ militar”, sin embargo, la realidad es que en la redacción de la Constitución participaron los representantes de las facciones armadas triunfantes y de aquellas facciones armadas que si bien derrotadas en el plano militar (no extintas, seguían armadas pues) mantenían una fuerza social tal que les permitió intimidar con la posibilidad de su accionar futuro. Es decir, las leyes y el contenido de la Constitución en la medida que expresaron los intereses del zapatismo y el villismo lo hicieron, al menos, también por la amenaza que representaban en términos inmediatos estas fuerzas. En éste sentido las leyes no sólo reflejaron una correlación de fuerzas (lo hicieron sin duda) sino también se convirtieron en herramientas de la lucha política futura, instrumentos que en manos de la burguesía permitieron arrebatar banderas y acotar formas de hacer las cosas en la mayoría de las ocasiones, e instrumentos usados por los trabajadores para la lucha por su liberación en la minoría de las ocasiones. Conviene no olvidar que los artículos que consagraron derechos para el pueblo, no comprometieron de manera sustancial el poder de la burguesía ni sus ganancias.
Sin duda esta correlación de fuerzas ha ido cambiando conforme lo ha hecho la dominación, a medida que la clase dominante impone sus condiciones en mayor grado, y también en la medida que la resistencia social lo ha permitido. La fuerza del campesinado y del proletariado de 1917 fue tan grande que se desarrolló en acontecimientos revolucionarios que dejaron una huella en la historia de nuestro país que sólo hasta la época reciente han podido ser revocados por la burguesía.
Así, las reivindicaciones históricas plasmadas en la constitución han sufrido retrocesos, y en algunos casos están prácticamente borradas del texto. En este proceso contrarrevolucionario, ocurrido a lo largo de varias décadas, la burguesía transnacional en contubernio con la burguesía nacional han logrado abrir una brecha, entre los derechos y demandas del pueblo y el texto constitucional, que evita que las demandas puedan recuperarse a través de reformas constitucionales sometidas y aprobadas por las cámaras.
Desde aquel momento, las clases en el poder se han consolidado y han aprendido a utilizar la Constitución para contener las luchas radicales y mantenerlas dentro de los marcos institucionales. Una estrategia de la burguesía para consolidar su hegemonía fue dotar a muchas luchas de una serie de demandas legalmente reconocidas; pareció que la lucha se agotaba cuando ésta lograba que el texto constitucional fuera respetado o que sus reivindicaciones y demandas llegaran hasta allá. La burguesía logró convertir a la Constitución en un fetiche de muchas luchas que reivindican una vuelta al espíritu constituyente de 1917.
En resumen, el problema no es la Constitución en sí, ni la defensa de las leyes o la orientación social de la misma, sino establecer la constitución como un fetiche que marque los límites de la lucha social. El problema consiste no en el objetivo o la meta en sí, sino en las vías y caminos que se consideran óptimos. La distinción entre Reforma y Revolución no es, ni lo fue en la discusión clásica, la meta a alcanzar, sino la vía para lograrla. La vía reformista se auto limita a los marcos legalmente establecidos. La vía revolucionaría acepta los marcos legales como un límite que es necesario superar.
Pensamos que la manera de restablecer hoy los derechos marcados por la Carta Magna es por la vía revolucionaria, y no mediante reformas y es en ese sentido que las demandas plasmadas en la constitución guardan un potencial revolucionario.
Conviene no olvidar tampoco que muchas luchas enmarcadas en la Constitución son, de origen, fragmentadas. Esto quiere decir que son luchas reivindicativas de sectores o actores que se conciben a sí mismos como sujeto de derechos que hay que hacer respetar. Esto promueve una fragmentación individualista que condiciona a la lucha general, pues si bien todos los actores y sujetos en la lucha son importantes, no lo son de forma aislada. El concepto de sociedad civil es perfectamente compatible con este esquema, la redacción de la constitución lo supone y las garantías individuales lo soportan. En este sentido, el sujeto de la constitución es el individuo y sus derechos, así, el individualismo se exacerba, y el cumplimiento de las demandas de la sociedad civil (entendida como la “organización de los individuos”) es utilizado para desmovilizar. Divide y vencerás, es la lógica del periodo neoliberal.
Las reformas constitucionales recientes tienen como objetivo mantener y aumentar la acumulación de capitales. El grado de avance que tienen en este objetivo tiene que ver con la fortaleza de la burguesía y la debilidad de las clases oprimidas. O sea la reforman para seguir acumulando porque han podido y porque lo pueden seguir haciendo. Las reformas responden a los cambios en los modos de acumulación del capital. Esto quiere decir que la redacción original consagraba la forma salarial de la explotación del trabajo, y su objetivo era regular la relación obrero-patronal garantizando derechos al trabajador, los derechos del capital estaban sobreentendidos. Conforme se consolida la burguesía, las reformas posteriores se encaminaron a legalizar los nuevos modos de acumulación (outsourcing, inestabilidad en el trabajo, trabajo a destajo, etcétera).
Otros artículos han sido reformados con el mismo objetivo, por ejemplo, el artículo 27 sobre la propiedad de las riquezas naturales, fue modificado para legalizar nuevas formas de despojo necesarias para la acumulación. En el neoliberalismo, la hegemonía de los poderosos permite que la acumulación se manifieste de una manera más bestial, por eso necesita de tantas modificaciones a la constitución y puede llevarlas a cabo a pesar de las resistencias que se encuentra en el camino.
Ante este avance de la derecha en nuestro país es fundamental reconocer el papel de la izquierda no solo como aquellos que luchan y teorizan sobre las diferentes luchas reivindicativas, sino como aquellos capaces de reconocer y exaltar el potencial revolucionario que existe en cada sector involucrándose en cada lucha y buscando su desarrollo revolucionario. Las luchas cuyo mosaico se incluye en esta revista pensamos que coinciden en que todas apuntan al enemigo principal, es decir que no se conciben como aislados sujetos de derecho sino que apuntan que el problema es el sistema capitalista que todos vivimos y sus textos son esclarecedores en la medida en que logran caracterizar al enemigo a partir de su acción de lucha concreta, lo cual es importantísimo para la izquierda revolucionaria.
Las luchas de hoy en día son producto del avance brutal del capitalismo neoliberal, no son luchas aisladas sino una sola lucha en contra de un sistema, que anclado en la explotación no puede ser reformado y debe ser destruido. Así, querido lector, querida lectora, sigue siendo vigente señalar que nuestras Palabras Pendientes Proponen Pelear.
Tejiendo Organización Revolucionaria, julio 2018.
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