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La ciencia es, como toda institución y forma de conocimiento humano, una construcción social e histórica, a la vez que constituye un factor para la transformación de la sociedad (Pérez Soto, 2008). Como tal, la ciencia, construida por personas concretas cuya cultura, mentalidad y posibilidades están insertas en las condiciones de su época, se encuentra atravesada por las contradicciones e intereses que estructuran a la sociedad. Así, la influencia de la ciencia sobre la vida social está marcada tanto por la reproducción conservadora de las ideas y relaciones de poder imperantes como por la emergencia de otras nuevas, que irrumpen para disputar el devenir de la humanidad (Rose, 1998).
En los últimos siglos, el esfuerzo teórico-práctico de la ciencia fue uno de los pilares del surgimiento, desarrollo y consolidación de la modernidad capitalista, con su revolución tecnológica e ideología del progreso (Rose, 1998). Las cada vez más complejas aplicaciones de la tecnología en la producción pusieron de manifiesto una creciente racionalidad científico-técnica, empleada para el entendimiento de fenómenos sociales y naturales (Guzmán, 2000). Con ello, la ciencia ha llegado a ser aceptada como la vía más óptima, o incluso la única válida, para proporcionar una interpretación fidedigna de la realidad, convirtiéndose así en parte de la ideología de las sociedades industriales y post-industriales (Guzmán, 2000; Toledo & Barrera-Bassols, 2008).

En ese sentido, es claro que la ciencia también ha sido un actor clave en el surgimiento de los problemas propios de la modernidad capitalista. Asuntos apremiantes como la pérdida de diversidad biocultural por la expansión de la agroindustria, las limitaciones estructurales de la civilización para frenar el calentamiento global y las crisis económicas de sobreproducción, entre muchos otros, han sido generados por dinámicas sociales que han tenido como una de sus bases a la racionalidad y actividad científicas. Así, la ciencia hegemónica e imperante se ha constituido como un instrumento para la realización de intereses económicos y políticos que frecuentemente atentan contra el bien común y el cuidado del planeta.
Por otro lado, la ciencia no es monolíticamente afín a las clases y grupos dominantes; sus innovaciones y debates también reflejan la inconformidad de amplios sectores de la sociedad con la catástrofe ecológica, el imperialismo, la desigualdad social y, en general, con los males generados por el capitalismo, el patriarcado y demás formas de opresión y expoliación (Guzmán, 2000). Así pues, necesitamos desarrollar e impulsar enfoques críticos para instaurar una nueva ciencia que nos sirva para lidiar con los problemas del mundo actual (Morín, 2000; Funtowicz, 1993; Lubchenco, 1998; Röling, 2000; Gastó, Subercaseaux, Vera, & Tomic, 2012).
Como Ciencia para el Pueblo nos sumamos a la labor de generar colectivamente las reorientaciones, reformulaciones e innovaciones necesarias para hacer de la ciencia una herramienta de lucha del conjunto de fuerzas sociales tendientes a impulsar los cambios que los actuales desafíos civilizatorios ameritan. El objetivo de este artículo es esbozar algunas reflexiones críticas para abonar en esa perspectiva.
¿Cómo y para qué se ha hecho la ciencia en la modernidad capitalista?En el contexto de lo descrito más arriba, problematizamos sobre cinco de los aspectos que caracterizan a la ciencia en la actualidad.
2.1 Paradigma reduccionista
El reduccionismo epistemológico es una aproximación según la cual el mundo está compuesto por entidades independientes, que no se transforman recíprocamente al interactuar entre sí; de manera que, con base en lo planteado por Descartes en el siglo XVII, para comprender los fenómenos es necesario primero disectarlos y analizarlos aisladamente (Rose, 1998; Röling, 2000; Gastó, Subercaseaux, Vera, & Tomic, 2012). Ejemplos de enfoques reduccionistas son la noción de James Watson de que sólo hay átomos y la única ciencia es la física, así como la muy extendida idea de que las propiedades de los organismos están predeterminadas por los genes (Rose, 1998; Lewontin, 2001).

Sin embargo, el reduccionismo resulta inadecuado para comprender fenómenos complejos, en los cuales las propiedades emergen precisamente de las relaciones, interacciones y cambios históricos (Rose, 1998; Gastó, Subercaseaux, Vera, & Tomic, 2012; Lewontin & Levins, 2007). Tampoco resulta adecuada la derivación del reduccionismo en una ciencia fragmentada en campos y disciplinas con fronteras y fracturas epistemológicas profundamente arraigadas, que rara vez se interseccionan y entre las que resulta difícil la comunicación. Un ejemplo de esta fragmentación se da en la ciencia médica, que tiende a atomizar los sistemas del cuerpo, separándolos entre sí y separándolos de la psique y del contexto sociocultural e interpersonal que vive la persona, llevando la intervención al mero dominio farmacológico. Otro ejemplo es el de la agroindustria, que aísla a la planta de su contexto ecológico, evolutivo y social, con una racionalidad tecnocientífica según la cual el hombre puede, a través de la ciencia y tecnología, separarse de la naturaleza y dominarla (Guzmán, 2000).

2.2 Paradigmas que reproducen las relaciones de poder
El capitalismo promulga la idea de que la organización social es el mero resultado de agentes individuales actuando de acuerdo con su propio interés en el libre mercado, de manera que el reduccionismo es afín a esta premisa, naturalizándola y ocultando las relaciones de clase subyacentes a la desigualdad social (Rose, 1998; Gastó, Subercaseaux, Vera, & Tomic, 2012). A su vez, las dicotomías simplistas del reduccionismo se conjuntan con las relaciones patriarcales de poder que, lejos de solo condicionar el ámbito laboral de producción científica, también permean y direccionan los enfoques de investigación. Un ejemplo de esto es el prejuicio de que lo femenino es pasivo y lo masculino activo, en función de lo cual los estudios sobre la fecundación concibieron sin cuestionamiento que el óvulo era un gameto pasivo y lleno de nutrientes, que simplemente era penetrado por el espermatozoide activo, lo que obstaculizó por mucho tiempo una comprensión más profunda del proceso (Tuana, 1988).

2.3 Ciencia subordinada al mercado y la industria
En esencia, esto significa que la ciencia está orientada a la generación de ganancia en los circuitos industriales y de mercado, subordinándola directa e indirectamente a los intereses de las clases propietarias. Así, el capitalismo ha penetrado en el ámbito académico-científico, mercantilizando universidades y centros de investigación, y marcando las pautas de los programas científicos (Guzmán, 2000; Toledo & Barrera-Bassols, 2008). De esta forma, la generación de conocimiento suele orientarse a la producción de tecnología, lo que repercute en la totalidad del quehacer científico, desde la manera de producir el conocimiento (requiriendo equipos costosos, laboratorios, recursos humanos, entre otros) hasta su difusión (se requiere marketing y otros elementos), dependiendo de inversiones cuantiosas que a menudo provienen del sector privado, que incluye a corporaciones militares, informáticas, agroindustriales, etc.

2.4 Ciencia poco colaborativa con otros conocimientos
Un error en el que reiteradamente se incurre al intentar un análisis de los saberes locales o tradicionales, es querer encontrar en su corpus de conocimiento propiedades y significantes similares a los de la ciencia contemporánea. Ello significa desconocer la existencia de una racionalidad diferente en esos conocimientos y en las culturas respectivas, reduciéndolas a meras extensiones o formas incipientes del racionalismo científico (Toledo & Barrera-Bassols, 2008). En efecto, las premisas filosóficas de la ciencia convencional no otorgan legitimidad a las formas de aprendizaje y conocimientos tradicionales, lo que lleva a una notoria dificultad en gran parte de la comunidad científica para acoplarse con los conocimientos tradicionales locales e internalizar aproximaciones colaborativas más horizontales con los sistemas y actores sociales que abordan, mostrando a menudo una actitud extractiva del conocimiento de las comunidades.

2.5 Comunidad científica poco comprometida con su clase
La ingenua pretensión de que la ciencia consiste en “buscar la verdad por la verdad”, los privilegios económicos asociados a los puestos burocráticos en universidades y centros de investigación y la identificación con los intereses de los propietarios de las corporaciones mantienen a un sector de la comunidad científica en una torre de marfil que les aleja o incluso vuelve antagónicos respecto a las diversas luchas sociales. A su vez, la precariedad laboral, la represión política y la ausencia de referentes organizativos propios obstaculizan aún más la articulación, movilización e identificación ideológica de las y los científicos con el pueblo trabajador del que forman parte.
¿Cómo avanzar hacia la construcción de cambios radicales desde y en la Ciencia?
En primer lugar, consideramos imperativo aceptar y promover el reconocimiento de que el trabajo científico tiene profundas implicaciones políticas, de lo que se desprende la responsabilidad ética de que nuestra labor y su producto rompan con toda lógica de explotación, despojo y violencia. Para ello, y en el mismo tenor con que lo hicieran las y los constructores de Science for the People desde finales de los sesentas y principios de los setentas (Schmalzer, S. Chard, & Botelho, 2018), convocamos a una amplia convergencia de investigadores, educadores, técnicas y técnicos, estudiantes y demás sectores para consolidar un movimiento radical de la comunidad científica, en estrecha vinculación con el conjunto de fuerzas sociales que luchan por la emancipación y la justicia.

Quienes, desde diferentes campos científicos y experiencias organizativas, conformamos Ciencia Para el Pueblo, asumimos una postura explícitamente anticapitalista, antipatriarcal y contraria a toda forma de opresión y explotación. Sobre esta base, trabajamos para cambiar la manera de hacer ciencia, romper los límites reaccionarios de la idiosincrasia elitista imperante y organizar a la comunidad científica para movilizarla por la transformación radical de la realidad.
Así pues, con base en los Principios de Unidad de Ciencia para el Pueblo-México (Ciencia para el Pueblo México), compartimos algunos ejes en torno a los que amplios sectores podríamos coincidir, desde la diversidad de posiciones ideológicas y trincheras en que nos desenvolvemos, en la perspectiva de articular nuestros esfuerzos por construir otra ciencia y otro mundo posibles:
a) Construcción de nuevos paradigmas al hacer investigación, que nos permitan ir a las raíces de los problemas de la ciencia y la sociedad. Para ello, es necesario trascender el reduccionismo ontológico y sus expresiones en distintas áreas del quehacer científico. En contraposición, enfoques como la filosofía de la complejidad y la dialéctica nos permiten abordar mejor las interrelaciones, influencias recíprocas y desarrollo histórico de una multiplicidad sistemas y fenómenos, incluido el propio conocimiento científico. Partiendo de que la realidad es un todo cambiante, podemos fortalecer los esfuerzos inter y transdisciplinarios, trascendiendo los callejones sin salida y las falsas dicotomías entre, por ejemplo, “lo biológico y lo social”, “el organismo y el ambiente”, “la teoría y la práctica” o “la ciencia y la aplicación de la ciencia”, entre otros, logrando así una visión holista e integral de los problemas que afectan a la civilización (Röling, 2000; Gastó, Subercaseaux, Vera, & Tomic, 2012; Lewontin & Levins, 2007).

b) Construir una ciencia que, tanto en sus enfoques teóricos como en sus espacios de actividad, se oponga a toda marginalización, opresión, explotación y discriminación por cuestiones de género, sexo, orientación sexual, etnia, edad, capacidades físicas u otras formas de diferencia que conforman el abanico la diversidad humana. En ese sentido, es fundamental cuestionar todos los dogmas y supuestos patriarcales, coloniales, raciales y clasistas que pretenden valerse de la ciencia para justificar la dominación y la violencia. Por extensión, hemos de cuestionar el supuesto de que la especie humana es superior a otras especies, así como la correspondiente explotación de otros organismos sin considerar su derecho a existir y a satisfacer sus necesidades.
c) Socialización del conocimiento científico y la tecnología, promoviendo, por todos los medios necesarios, no sólo su acceso libre para la población, sino también su co-construcción con todos los sectores del pueblo trabajador. En ese sentido, debemos impulsar la producción del conocimiento científico más allá de las universidades y centros académicos, fomentando el diálogo con los saberes tradicionales y anteponiendo los intereses colectivos de nuestra clase, más allá de fronteras y de todo impedimento por parte de las oligarquías explotadoras.
d) Organización política de la comunidad científica para luchar por la emancipación del conjunto de la clase trabajadora, lo que pasa necesariamente por la independencia política respecto a los partidos burgueses, así como por la defensa y ampliación de los derechos de estudiantes, técnicas y técnicos, investigadores, docentes, educadores populares y demás sectores relacionados con la ciencia. Así mismo, hemos de defender nuestra labor en contra del negacionismo anticientífico y oscurantista que sectores de la oligarquía promueven para promover sus intereses.

Conclusiones
Finalmente, reconocemos que la ciencia ha sido un actor partícipe, e incluso clave, en la generación de los problemas más trascendentales del mundo actual; al grado que, en tanto se mantiene sujeta a los intereses de las clases y sectores dominantes, no está aportando a resolver los problemas de la civilización. Así pues, se requieren cambios profundos tanto en los paradigmas y formas de hacer ciencia como en la organización de la propia comunidad científica. Dichos cambios están vinculados con avanzar hacia una ciencia co-construida con la sociedad, antipatriarcal, emancipada de toda subordinación a la clase capitalista, y más colaborativa; es necesaria una ciencia para el pueblo.
Referencias:
[ø] Ciencia para el Pueblo-México. (s.f.). Principios de Unidad de Ciencia para el Pueblo- México. Obtenido de https://cienciaparaelpueblomx.org/principios
[ø] Funtowicz, S. O. (1993). Science for the post-normal age. Futures, 25(7), 739-755.
[ø] Gastó, J., Subercaseaux, D., Vera, L., & Tomic, T. (2012). Agriculture and Rurality as Constructor of Sustainable Cultural Landscape. En M. Özyavuz. (Ed.), Landscape Planning. (págs. 151-176). Chile: InTech.
[ø] Guzmán, G. M. (2000). Introducción a la Agroecología como Desarrollo Rural Sostenible. (G. Guzman, M. Gonzáles de Molina, & E. Sevilla, Edits.) Madrid: Ediciones mundo-prensa.
[ø] Lewontin, R. C. (2001). The triple helix: Gene, organism, and environment. Cambridge: Harvard University Press.
[ø] Lewontin, R. C., & Levins, R. (2007). Biology Under the Influence: Dialectical Essays on Ecology, Agriculture, and Health. NY: Monthly Review.
[ø] Lubchenco, J. (1998). Entering the century of the environment: a new social contract for science. Science, 279(5350), 491-497.
[ø] Morín, E. (2000). El Desafío del Siglo XXI: Unir los Conocimientos. La Paz: Editorial Plural.
[ø] Pérez Soto, C. (2008). Sobre un Concepto Histórico de la Ciencia. De la Epistemología Actual a la Dialéctica. Santiago de Chile: LOM Ediciones.
[ø] Röling, N. G. (2000). Gateway to the Global Garden: Beta/Gamma Science for Dealing with Ecological Rationality. No. 8. Guelph, Canada: University of Guelph.
[ø] Rose, S. (1998). Lifelines: Biology Beyond Determinism. NY: Oxford University Press.
Schmalzer, S., S. Chard, D., & Botelho, A. (Edits.). (2018). Science for the People: Documents from America’s Movement of Radical Scientists. Massachusetts: University of Massachusetts Press.
[ø] Toledo, V. M., & Barrera-Bassols, N. (2008). La Memoria Biocultural. La importancia ecológica de las sabidurías tradicionales. Barcelona: Icaría editorial.
[ø] Tuana, N. (1988). The weaker seed. The sexist bias of reproductive theory. Hypatia, 3(1), 35-59.